(Entre cuento y crónica) En un torneo de invierno...


En un torneo de invierno le ganamos a Boca Juniors.

Tomada de Google.



Fue un partido digno de la portada del Olé, polémico para el análisis en el programa de futbol que gusten. Una derrota tan dolorosa para Boca que hasta Fernando Niembro despotricaría contra los jugadores.
 Si al menos alguien hubiera visto ese partido, más allá de la veintena de personas que estaban en las gradas de la cancha del barrio bravo donde jugamos. Queda claro que no fue en “La Bombonera”, tampoco en una final de Copa Sudamericana, o de la Copa Argentina y mucho menos de Liga, ni siquiera fue en un amistoso.
Esta versión del cuadro Xeneize jugaba con puro mexicano, en vez de gente como Roberto Abbondanzieri, Martín Palermo o  Juan Román Riquelme estaba un chavo llamado Eric, otro que le decían Edwin y si mi memoria no me falla escuché que a uno le decían “el Pollo”.
Tal vez le parezca un engaño lo que leyó hasta ahora, sin embargo le aseguro que este equipo era Boca Juniors y si no, ustedes entenderán mi confusión. A esta escuadra que vencimos, vestía con la clásica camiseta azul y amarilla, además aparecían en el registro del árbitro con el nombre de Boca Juniors.
Con infinitas posibilidades de nombres para ponerle a un equipo del torneo de invierno le vienen a poner el del gigante sudamericano, en una cancha donde jugabas contra el “Real Bañil” los jueves y la semana siguiente contra algún “Caguamas United” o un ingenioso que bautizaba a su equipo con un albur, a estos chavos se les ocurrió darle seriedad al torneo.
Si hablamos de lo futbolístico, los tipos sabían tocar la pelota como en los buenos tiempos con Bianchi en el banquillo y si faltaba agregarle un poco de polémica, dicen que la presión que ejercían la hinchada, sobre los árbitros a veces daba pie a polémicas y cuando ni el talento ni el arbitraje parecerían “apoyar” el equipo contaba con una suerte que lo hacía ganar “a lo Boca”.
Entonces, si visten como Boca, se llaman Boca y para colmo tenían fama de ganar “a lo Boca” ¡Pues entonces son ellos!


 Me gustaría recordar cuál era el nombre de mi equipo, pero tendré que confesarle otra cosa, yo entré como cachirul en este partido (les advertí que habría polémica), lo único que sabía antes de jugar contra Boca eran dos cosas:
Mi equipo vestía de blanco y negro, me gustaría decir que todos íbamos uniformados como la Juventus o el Colo Colo, pero con el desmadre que traíamos, no teníamos ni pinta de los Albinegros de Orizaba.
La segunda cosa que sabía era que mi primo jugaba ahí y fue quien me invitó. Cuando tienes que invitar a tu familia al torneo como cachirul es porque ya nadie va a jugar con el equipo y lo que deben de arbitraje es cercano al valor de la deuda externa de México.
Imaginen una cancha como esta. Tomada de Google.
Eran las quince para las nueve de la noche cuando llegamos un polideportivo en una de las zonas consideradas “peligrosas” de la ciudad. La cancha de concreto, cubierta por completo de grafitis y un aspecto que recibió por última vez mantenimiento cuando el presidente municipal la inauguró hace como 15 años.
El encargado de la cancha primero nos dio un consejo “no manden la pelota, porque si llega a la calle –donde no hay luz- no les aseguro que la regresen ni que regresen”. Hasta ese momento no teníamos la alineación completa.
Cuando tu delantero principal dicen que juega como Francisco Fonseca, sabes que no estás en los primeros lugares de la tabla, para colmo, como es tu primo, no puedes echarle en cara todas su cagadas porque él trae la carcacha con la que piensan salir del lugar.
Luego, el mediocampista, pasaba casi los 40 años y no llegaba ni a los 50 kilos, como contención no se lo imagina un Gatusso en potencia y para colmo, como muchos de esos señores creen que por pagar más porcentaje del arbitraje, les concede mayores conocimientos de futbol y se ponen a dirigir mientras le ganan la espalda por los volantes del contrario.
Comenzó el partido y uno desde la portería, cagado de miedo por la pinta de los otros y por cómo “movían” la pelota. Viene el primer trallazo, por los nervios escupí la pelota y di opción al contrarremate, uno a cero, faltan más de 40 minutos de juego.
“No te cagues portero, hay que estar atentos” me gritan mientras recojo la pelota del fondo. A partir de ahí empezamos a jugar con amor propio. Un viento fresco recorría el campo, era invierno y en Cancún el invierno sólo significa aire fresco, por lo que lo único frío que podría estar en la cancha eran los pechos de los jugadores. Cosa que no íbamos a dejar que pasara.
Hasta ese momento nos parecía normal por la improvisación de equipo que éramos, todos estaban distraídos; si faltaba dinero para celebrar en navidad y año nuevo… en ese momento pusimos el grito en la cancha para poner orden, porque una vez que estás jugando, lo que pasa afuera no importa, cuando caímos en cuenta de esto, cambió la manera de afrontar el partido.
A partir de ahí comenzamos a tocar, respondimos rápido con un balón largo, un drible al defensor más “carnicero” del equipo y un tiro cruzado para empatar. Las patadas no se hicieron esperar, el encuentro fue pesado, intentaban ganarnos por rebote, el tal “Pollo” le pegaba con fuerza y se ponían al frente de nuevo.
De nueva cuenta pudimos anotar pronto y nos fuimos con el empate a dos en el descanso, donde escuché un discurso motivador por parte del mediocampista digno de película, con frases que levantan la moral del equipo “es que la estás cagando Kikín, debes pegarle de primera” aseguró. Después vinieron las indicaciones tácticas de mi primo, “si la tienes no la pienses me la pasas en chinga para que resuelva” y el análisis del rival y la estrategia para detenerlos: “esos chavos no traen nada, si ves que viene con fuerza pégale para bajarlo”.
Tras el silbatazo para la segunda mitad esta versión de Boca comenzó a parecer más un equipo de barrio que un cuadro de respeto, pronto nos pusimos en ventaja y la desesperación apareció en los rivales. Patadas, presiones al árbitro, gritos y amenazas desde las gradas se acrecentaban y el buen futbol que desplegamos también; tal vez éramos unos improvisados, pero el rival no sabía eso.
Cerca del final y con el partido ya en control nos empezó a preocupar la intensidad con la que entraban los “xeneizes” no por prepararnos para el siguiente partido, sino por nuestra integridad física y salir tan enteros como sea posible de ahí. Tras el silbatazo final corrimos por el dinero para el arbitraje, mientras se armaba una conspiración en lado de Boca, pagamos tan pronto como fue posible al árbitro y nos subimos al auto tan rápido como fue posible.
“¿Nos vienen siguiendo?” fue la última cosa que dije antes de que nos saltáramos tres semáforos para escapar del equipo bravo, que resultó era el superlíder de la liga (les dije que de Boca no sólo tenía el nombre) y les quitamos el invicto, nosotros los coleros del torneo.
Después de escondernos en el estacionamiento de un supermercado, pudimos salir con tranquilidad para descubrir que el auto no arrancaba, mientras esperábamos que llegara alguien para ayudarnos, aprovechamos el tiempo para hablar sobre cómo ganamos el partido a esta versión tan fría como el viento de Boca Juniors.

Comentarios

Entradas populares