El día que vi a Maradona
Soy una persona que detesta la nostalgia; de los que se
aburren cuando los amigos empiezan a hablar de su infancia, pero debo admitir
que mientras uno se hace más viejo empieza a aferrarse más a los recuerdos y el futbol empieza convertirse en una colección de memorias. Puede ser que el chiste de la nostalgia es que nos ayude a recordar a quienes amamos, sin
que esto nos termine por infringir más dolor del que ya cargamos. Tal vez por
eso último puedo excusarme para contarles de la vez que mi padre me llevó a ver
a Maradona jugar futbol.
En cuanto me enteré que Maradona venía a hacer un Showbol en
Cancún, le dije a mi padre que
compráramos boletos; era el otoño del 2008. En ese tiempo pagar mínimo $350
pesos por persona (o hasta mil por lo que pude investigar/recordar) no suena a algo
tan accesible para muchos, ahora existen cosas como el Tour de los 90 (o el del desempleo como algunos llaman) y hasta
parece que no pagué nada.
No me iba a perder la oportunidad de ver al Diego, a Caniggia,
Matías Almeyda y a mi ídolo, Jorge Campos. Era algo que debía ver y más con mi
padre quien era mi compañero para ver futbol en ese entonces.
Durante esos años las salidas con mi padre eran más
frecuentes. Ahora si no es por trabajo, solo sale de la casa cuando va a que le
hagan análisis, le den resultados o tratamientos por la enfermedad que tiene. Uno
nunca sabe cuánto valora lo que puede hacer hasta que ve que no puede
repetirlo.
Regresando al tema del partido, éste se realizó en el
entonces seminuevo Poliforum de Cancún,
recuerdo que Peláez armó una bronca, Adolfo Ríos atajó casi todas las pelotas
que tuvo, el Brody quiso jugar todas las posiciones, García Aspe le pegó un
balonazo a un niño y el Diego tiró magia y saludó a la hinchada.
De ese partido conservo unas fotos tomada con mi Sony Ericsson
(no estoy seguro cuál versión) que pude capturar y se las dejo adjuntas. Ahora
gracias a la tecnología (y a muchos más pixeles) uno puede conservar esos
hechos e incluso revivir muchas cosas. La mente traiciona bastante, pero la
realidad es muy chocante como para soportarla tal y como es. El tiempo es algo
imposible de enfrentar.
Diez años después (10, vaya número mágico ¿no?)El Diego regresó a México, ahora es técnico de un
equipo del Ascenso y yo me animo a viajar (solo) hasta Mérida cuando sus
Dorados visiten a Venados. Mientras mi padre comenta sobre el desempeño del
equipo, me avisa que viajará a la misma ciudad días antes, para hacerse otro
análisis. Por fortuna lo veo más animado, más tranquilo y sobre todo más sano,
sólo espero poder conservar ese recuerdo completo, como el del día que me llevó
a ver a Maradona.
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