Celeste regálame un gol



Uno sabe a lo que se atiene cuando va a ver un partido de la selección uruguaya: mucho orden defensivo, garra y si tiene suerte, habrá más de un gol. Vaya juego que elegí para ir en el Mundial. “Ponete la de Uruguay” me dice un uruguayo al bajar del tren en Rostov del Don. Para ellos un mexicano que va como hincha de “la Celeste”, les recordaba a la campaña publicitaria del aficionado de Islas Feroe que apoyaba a su país.



Ya en el estadio pasaban los minutos y me consumía la ansiedad. Quería que iniciara, pero eso significaba que se acercaba a la vez el final de la experiencia. En eso comienza a sonar en el estadio “Cielo de un solo color” y todos se ponen a cantar, imposible no contagiarse. “¡Hay algo que sigue vivo, que renueva la ilusión y en el último suspiro!..” después de mucho trabajar y viajar para estar en el estadio sólo te dejas llevar por la emoción.

Tal como lo vi en la televisión cientos de veces, lo pude presenciar ahora en vivo, el pasto verde, como de si fuera un videojuego, las gradas llenándose de aficionados de todo el mundo, estoy en el Mundial. “¡Vos no crees que este lugar esté a menos 20 en invierno!” me dice un uruguayo en el asiento de al lado. Sigue el protocolo, hago un silencio respetuoso mientras observo a todos cantar sus respectivos himnos, después el árbitro da el pitido e inicia el partido. De los ánimos uno ya no puede ni llorar, sólo observa con incredulidad.



Minutos de goce, minutos de impaciencia, la Celeste juega a medio gas pero le alcanza para arrebatar algunos “uuuyy” en la tribuna. Justo cuando los árabes se animan a cantar, Luis Suárez aprovecha el tiro de esquina y convierte uno de los goles que más he gritado en mi vida. Uruguayos, rusos y hasta mexicanos que me encontré brincan y celebran el primer tanto del atacante en Rusia.
El resto del partido se sumerge en unos sinsabores, por momentos los árabes se ven más animados al ataque, pero dura poco. Los uruguayos comienzan a manejar el partido y con más oficio que otra cosa pasan los 45 minutos restantes sin problemas.



Con el tiempo agregado, yo no me quería ir del estadio, no quería que pitara, no me importaba que el partido haya sido “tan poco espectáculo” para algunos, “vida que vida pobre, vivirla en este lugar, que saben ellos, que saben ellos, que no le pueden cantar” dice la canción.
Termina el partido y me voy con una sonrisa, “hay algo que sigue vivo” resuena entre las gradas mientras el sol cae detrás del Rostov Arena. Trabajas para llegar ahí lo disfrutas y te quedas con ganas de más, me voy con la esperanza de conseguir otro boleto, lo veo difícil, pero al menos me voy con la satisfacción de haber llegado hasta ahí bajo mis propios términos, con mi esfuerzo y el apoyo de muchos. Mirando al cielo de un solo color.



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